Al fallecer Cesar Melendez Sifuentes, chofer y propietario del legendario "Expreso Ambar", mi madre me dijo: "Quiero que hables". La tarde del 13.4.2006 fue este el discurso que pronuncie.
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Después de rodar durante cerca de cincuenta años el más abuelo y recio camión que recorría los mercados y las calles de Huacho ha suspendido de golpe su cotidiano ir y venir. Más precisamente: después de transportar miles de toneladas de productos agrícolas, miles de reses y miles de personas el “Expreso Ambar”, el último mixto de gastados colores azul y celeste que aun surcaba a diario los 70 Km. de trocha ondulante entre Huacho y Ambar, realizó la semana pasada lo que sería su recorrido final (entre un total de mas de 15 mil viajes) entre Ambar y Huacho fletado –igual que tantas otras veces – de fragantes frutos y frescos tubérculos acabados de cosechar.
Y es que tras la abrupta noticia (pues la muerte que es lo más esperado es siempre lo más inesperado) del repentino fallecimiento, ocurrido el 11 de abril del 2006, del conductor del “Expreso Ambar”, don César Meléndez Sifuentes, para los tres mil pobladores del distrito de Ambar y para otros miles de residentes ambarinos en Huaura, Huacho, Lima y aun confines más remotos que no viene al caso nombrar, la sentida y súbita desaparición del mas veterano y respetado de sus transportistas constituye el dramático y valeroso final de un aguerrido y generoso capitán de ruta, de un hombre y su maquina que durante décadas fue el puente servicial que unió vidas y movilizó los frutos de esas vidas del campo a la ciudad con rara laboriosidad y disciplina.
Rudo y cordial, lisuriento pero jamás grosero, a quienes lo conocimos, su partida nos sorprende igual que la discreta dignidad de su existencia. Su muerte aunque dolorosa lo engrandece porque resulta ejemplar por su trágica sensatez y valiente determinación. Pues prefirió morir igual a como vivió: amando la vida sin correrle al peligro. Tampoco a la muerte. Por eso mismo, podría haber hecho suyas estas palabras:“La muerte, mujer al fin, me atrae. Llegado el momento si no viene, saltaré a su encuentro”.
Fue acaso el único y último hijo de aquel distrito que perteneciera a Cajatambo que ostentó verdadera pasión por la musica cajatambina, y de igual modo, fue acaso el único y último transportista que antes que un pasajero vio en sus viajeros un paisano. Un paisano no solo a quien servir, sino también en ocasiones a quien socorrer.
El paso del tiempo lo convirtió en el personaje mas conocido, reconocido y querido del distrito de Ambar. Aquel que nació de la singular unidad motorizada y humana de un muchacho recién salido del servicio militar que un día regresó a su tierra para quedarse aferrado al timón de un reluciente Ford decidido a abatir las distancias y los laberintos de la soledad y poblar de cosas y recuerdos la memoria y los corazones de generaciones de viajeros.
Viajeros, que cualesquiera que sea las rutas que recorran y donde quiera que se encuentren, verán siempre rodar al “Expreso Ambar” por las melancólicas rutas de la nostalgia. Viajeros, igual a aquella joven madre que en 1963, recién llegada de Cajatambo camino a Ambar, se embarcó un día en el “Expreso Ambar”, con un niño entre sus brazos. Ese niño que es en este momento el hombre quien les habla y que acata el deber ineludible de expresar estas palabras de insobornable gratitud.
Y es que tras la abrupta noticia (pues la muerte que es lo más esperado es siempre lo más inesperado) del repentino fallecimiento, ocurrido el 11 de abril del 2006, del conductor del “Expreso Ambar”, don César Meléndez Sifuentes, para los tres mil pobladores del distrito de Ambar y para otros miles de residentes ambarinos en Huaura, Huacho, Lima y aun confines más remotos que no viene al caso nombrar, la sentida y súbita desaparición del mas veterano y respetado de sus transportistas constituye el dramático y valeroso final de un aguerrido y generoso capitán de ruta, de un hombre y su maquina que durante décadas fue el puente servicial que unió vidas y movilizó los frutos de esas vidas del campo a la ciudad con rara laboriosidad y disciplina.
Rudo y cordial, lisuriento pero jamás grosero, a quienes lo conocimos, su partida nos sorprende igual que la discreta dignidad de su existencia. Su muerte aunque dolorosa lo engrandece porque resulta ejemplar por su trágica sensatez y valiente determinación. Pues prefirió morir igual a como vivió: amando la vida sin correrle al peligro. Tampoco a la muerte. Por eso mismo, podría haber hecho suyas estas palabras:“La muerte, mujer al fin, me atrae. Llegado el momento si no viene, saltaré a su encuentro”.
Fue acaso el único y último hijo de aquel distrito que perteneciera a Cajatambo que ostentó verdadera pasión por la musica cajatambina, y de igual modo, fue acaso el único y último transportista que antes que un pasajero vio en sus viajeros un paisano. Un paisano no solo a quien servir, sino también en ocasiones a quien socorrer.
El paso del tiempo lo convirtió en el personaje mas conocido, reconocido y querido del distrito de Ambar. Aquel que nació de la singular unidad motorizada y humana de un muchacho recién salido del servicio militar que un día regresó a su tierra para quedarse aferrado al timón de un reluciente Ford decidido a abatir las distancias y los laberintos de la soledad y poblar de cosas y recuerdos la memoria y los corazones de generaciones de viajeros.
Viajeros, que cualesquiera que sea las rutas que recorran y donde quiera que se encuentren, verán siempre rodar al “Expreso Ambar” por las melancólicas rutas de la nostalgia. Viajeros, igual a aquella joven madre que en 1963, recién llegada de Cajatambo camino a Ambar, se embarcó un día en el “Expreso Ambar”, con un niño entre sus brazos. Ese niño que es en este momento el hombre quien les habla y que acata el deber ineludible de expresar estas palabras de insobornable gratitud.
5 comentarios:
¡Gracias por estas palabras!
Te amo tío César
Una profunda emoción al leer estas memorias dedicadas a mi padre...mil gracias por tan hermoso recuerdo...
Lindos recuerdos, con "expreso Ambar" siempre estará en mi recuerdo aquello momentos hermosos de los viajes inolvidables de Ambar Huacho y de Huacho a Ambar...
Como no recordar a estor dos conductores con sus flamantes vehiculos, con rumbos desde Huacho a Ambar, tierra de mi Tia Carmen Porles De Cueva, como no recordar La Pampa, los Chivateros, Casita Blanca, Jaiva, Monguete, Entre otros belloa lugares de esa inolvidable Ruta. Pero teniamos que quedarnos, pirque viviamos en la Hacienda Peñico, lugar de la casita de mi Abuelo Lucio Cueva Moroña. Como olvidar, bellos recuerdos en los que haciendo uso de esos vehiculos, nos ibamos para Peñico.
Que oportunas palabras,amigo César Villanueva.
El inolvidable ExpresovAmbar , conducido por su dueño el gran César.
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