sábado, 14 de marzo de 2009

ESE PUERTO EXISTE

(1926-2009)

Para sus lectores no ha muerto, solo a fallecido, a los 82 años, Blanca Varela: la más brillante creadora de su generación (la Generación del 50). Una de las voces fundamentales de la poesía no solo del Perú sino de América del Sur. Para sus amigos, para los que gozaron de su trato además de su obra, ha muerto sencillamente un ser entrañable y extraordinario, tanto por su bondad como por su talento.
Pero ante todo para quienes habitamos y discurrimos entre los confines litorales del norte de Lima ha muerto alguien que, al igual que nosotros, anduvo y amó estas tierras rodeadas de mar, arena y verdor fecundo. Una mujer que incluso no dudo en nombrar con el nombre insólito de su querencia su primer libro: Puerto Supe. Pues fue ese el título que ella misma eligió antes de mostrarlo a sus amigos y publicarlo. Sin embargo, el que decidió el título final fue  Octavio Paz quien, según recordó, luego de escuchar sorprendido a la propia autora insistir: “Pues, Octavio, ese puerto existe”. “Ahí tienes el título de tu libro: Ese puerto existe”.
Publicado en México en 1959 "Ese puerto existe" cumplió 50 años en el 2009 y desde entonces lleva impreso en sus páginas el nombre de Puerto Supe como un referente cultural de su obra y de sus afectos. Aquel memorable poema en el que sus palabras, igual que las olas, siguen su curso inexorable y misterioso proclamando en silencio: “Está mi infancia en esta costa,/bajo el cielo tan alto…”, para terminar diciendo: “Aquí en la costa tengo raíces,/manos imperfectas,/un lecho ardiente en donde lloro a solas”.
“Me gusta estar sola, me encanta”, confesó en una de las últimas y cada vez más escasas entrevistas que aceptó conceder. Pues, convencida de la magnitud postrera de su obra -más por su rigor que por su vastedad- siempre se mostró generosa para abordar y reconocer la obra ajena y, por el contrario, en extremo austera para abordar la suya propia. La vi una sola vez en mi vida; y no precisamente elevada a la altura de su poesía dicha por su propia voz sino -con ocasión de una de las ferias a las que concurrí- parada y rodeada de libros al frente de stand de la editorial que entonces representaba. Fue suficiente, pues aunque la miré apenas un instante la seguiré admirando siempre.

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