martes, 7 de julio de 2009

EL IDIOMA DE BORGES




Se infiere que Borges inventó un idioma. Una nueva e inconfundible forma de decir en el viejo idioma que nació para el mundo en un lugar de La Mancha. Es decir que el escritor argentino (que aprendió a leer y escribir y contar historias al mismo tiempo en castellano que en ingles) impuso una marca irreversible al idioma que dieron vida nuestros antepasados ibéricos. Creo conjunciones sorprendentes: incrédulo estupor, pacifica tiniebla, recelosa claridad, ávido sigilo, fatigada victoria, insomne amanecer, desdeñosa perplejidad. Asimismo descripciones rotundas: medía columna de piedad necrológica, una vehemencia de último sol exalta los cristales. También perennizó palabras que parecen inventadas por él mismo: fatigar, falaz, vaga, unánime, laberinto. Y aunque eligió partir lejos de su país para casarse ya octogenario con su secretaria antes de morir pasó los últimos treinta años de su vida reconocido y admirado en el mundo entero. Sin embargo, la gloria no lo libro de la paradoja de perder la visión por completo justo cuando su talento comenzaba a brillar y ponía fin a su etapa de anónimo bibliotecario. Pero su mayor desdicha fue haber -como él diría- urdido una obra perdurable e insólita entre lúgubres fantasmas incapaces de ver lo que tenían delante de sus torpes ojos. Tanto que cierto día uno de los empleados (uno de sus inefables colegas) de la Biblioteca Nacional al descubrir en una enciclopedia el nombre completo de Borges lo único que atinó fue decirle que había un escritor que llevaba su mismo nombre. Pero era Borges, aunque esa tarde solo fuese un hombre solitario y amargado que caminó llorando en silencio hasta la estación del tren que le llevaría a casa igual que siempre; el mismo Borges que escribió “Ficciones”(1941), su primer libro de relatos, en donde desde entonces era posible leer:
“La gloria es una incomprensión y quizá la peor”
“Pensar, analizar, inventar no son actos anómalos, son la normal respiración de la inteligencia”
“Mi recuerdo del Quijote, simplificado por el olvido y la indiferencia”
“La recelosa claridad de la madrugada”
“Esa noche visitamos la Biblioteca Nacional. En vano fatigamos atlas, catálogos, anuarios de sociedades geográficas, memorias de viajeros e historiadores: nadie había estado en Uqbar”
“También le parecía que el hecho estético no pude prescindir de algún elemento de asombro y que asombrarse de memoria es difícil”
“He aquí su plan, tal como lo empobrece (tal como lo purifica) mi olvido”.
“Con alivio, con humillación, con terror, comprendió que el también era una apariencia, que otro estaba soñándolo”.
“Si el honor y la sabiduría y la felicidad no son para mí que sean para otros. Que el cielo exista, aunque mi lugar sea el infierno”
“Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer”
“Le cruzaba la cara una cicatriz rencorosa”.
“Dicen que era severo hasta la crueldad, pero escrupulosamente justo”
“Lo que hace un hombre es como si lo hicieran todos los hombres”
“Para mostrar que le era indiferente ser un cobarde físico magnificaba su soberbia mental”
“Dios totalmente se hizo hombre pero hombre hasta la infamia, hombre hasta la reprobación y el abismo. Para salvarnos, pudo elegir cualquiera de los destinos que traman la perpleja red de la historia; pudo ser Alejandro o Pitágoras o Rurik o Jesús; eligió un ínfimo destino: fue Judas”.

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