miércoles, 14 de abril de 2010

BASADRE Y LA CONCIENCIA DEL PERÚ




“Quienes únicamente se solazan con el pasado ignoran que el Perú, el verdadero Perú, es todavía un problema. Quienes caen en la amargura, en el pesimismo, en el desencanto, ignoran que el Perú es una posibilidad, Problema es, en efecto y por desgracia, el Perú; pero, felizmente, posibilidad”. Esta afirmación ha devenido, que duda cabe, en la síntesis más certera y difundida del Perú republicano. Piedra de toque de un país cuya esencia es su propia historia.
Cuando estas palabras fueron impresas, a inicios del los años treinta del siglo pasado, su autor tenía 29 años. El Perú y el mundo eran todavía entonces un reducto distante, escasamente poblado y harto dividido (en donde solo una minoría era beneficiaria de los servicios educativos). La gran guerra, la primera, había impuesto ya su sangriento holocausto. El progreso de un siglo en donde los hijos nacían para llevar nombres tan significativos como Luz, Esperanza o Libertad, en poco tiempo, mostraba sus fauces desconocidas. Millones de muertos sepultaban la ilusión de habitar un mundo promisorio y pacifico.
Así las cosas, aun para los herederos de la civilizada Europa, para los parientes pobres de allende los mares tampoco resultaban menos sombrías. El Perú era gobernado, a sangre y fuego, y deportaciones, por la que terminó siendo la dictadura más prolongada del siglo XX: el Oncenio de Leguía. En tales circunstancias, irrumpe el pensamiento lúcido y la voz serena, y valiente, de quién vendrá a ser, sin discusión, el Historiador de la República.
Convertida desde el final de la Guerra con Chile en incierto botín, Jorge Basadre Grohmann vino al mundo (feb. 12 de 1903) en una ciudad litoral, en donde la vastedad del mar y de los arenales dejaban poco que ver y mucho por hacer: Tacna. Tacna, la heroica. La ciudad gloriosa y entrañable que desafío 49 años de ocupación para erigirse en símbolo perpetuo y orgullo supremo.
Hermano menor de los siete hijos del ingeniero Carlos Basadre (ex ministro de Fomento de Romaña) y doña Olga Grohmann, el futuro historiador, al desistir sus padres optar por las escuelas de los invasores, fue enviado a una semiclandestina escuela regentada por una valiente profesora peruana. Y por si fuera poco, para agravar las dificultades, en 1909, a la orfandad de la patria vino a sumarse la desaparición de la presencia tutelar del clan Basadre.
Huérfanos de padre, tres años después, en 1912, doña Olga y sus siete hijos emprenden viaje rumbo a Lima. Entonces de la sitiada escuelita Jorge (el benjamín) pasa a las aulas del exclusivo colegio Alemán. No obstante, en 1917 (durante la guerra) el hundimiento de una embarcación peruana por un submarino alemán en el mar Cantábrico trae entre sus consecuencias el cierre del colegio. De modo que aquel remoto episodio explica por qué el alumno Basadre termino su trayectoria escolar en el legendario colegio estatal Ntra. Sra. de Guadalupe.
Posteriormente, el ingreso a San Marcos, en 1919, de este joven de inteligencia preclara y voluntad indomable, que se ve obligado a trabajar como bibliotecario al mismo tiempo que empieza a estudiar, coincide con dos hechos relevantes de la historia social e intelectual de país: la conquista de las ocho horas y la reforma universitaria.
Asimismo, hallándose a un paso la conmemoración del primer centenario de la independencia, un grupo de jóvenes talentosos e inconformes une sus inquietudes y deja oír su voz, en un ciclo de conferencias y debates que denominan conversatorio universitario. Voces insoslayables que, por sobre la embriaguez y el barullo de las multitudes y las arengas, un día bifurcaron sus destinos para forjar sus propios universos creativos, que la posteridad conoce (mejor dicho: reconoce) como Generación del Centenario.
En 1931, graduado de doctor en letras y abogado, el profesor Basadre emigra (en virtud de una beca) rumbo a Estados Unidos. Antes de partir, entre el fuego cruzado de una reñida campaña electoral que enfrenta a Haya de la Torre con Sánchez Cerro, publica un libro del que dirá al reeditarlo en 1978: “Fue una obra muy ambiciosa”.
Era verdad, pues a pesar del tiempo transcurrido, aquel alegato solitario, “Perú: problema y posibilidad”, convertido en hito y mito recurrente, es un libro histórico y aún mucho más: una herida expuesta al Sol.

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