domingo, 17 de marzo de 2013

40 VECES NO


Después de residir por más veinte años en Lima, sufragar en ella es todo cuanto me queda de Lima (desde que regresé a Huacho para pasar el resto de mi vida). Con todo, estar en Huacho tampoco es ningún problema; a menos que tres horas de viaje lo sean. Pues Huacho es cada vez una Lima en versión frugal y saludable. Sin sus excesos de polución y contaminación, pero también,valgan verdades, sin sus especiales particularidades.
Para ganar dinero o hacer fama Lima no es un destino imprescindible, pero en cambio si lo es para emprender un destino cultural. Nadie puede puede llegar a ninguna parte -en uso de su talento- sin vivir, y hasta sobrevivir, en Lima. Por eso todas, absolutamente todas, las figuras intelectuales y artisticas más relevantes del Perú han recalado en su ciudad capital. Por eso queremos tanto a Lima.
Siendo asesor del Congreso cierto día acudí al despacho de la entonces ministra Susana Villaran. Al verla y oirla quedé prendado de su prestancia y delicadeza. Por eso mismo decidido voté por ella para que fuera alcaldesa de Lima. Y por eso mismo con no menos decisión el 17 de marzo de 2013 viaje a respaldar su continuidad. Un sentimiento nada mejor reflejado que en una pared en Ancón: "Manan robocatoria, causachum Susana".
Apenas unas horas duró mi permanencia en las calles de la ciudad a la que más debo, y no sé porque motivo más que las librerias (ahora inexistentes) en donde pasé horas inolvidables y exultantes son los hostales (existentes) en los que pasé horas plenas de emoción y transpiración lo que más gratitud me procura.
Faltando minutos para el cierre llego al colegio Marín Arista. Sufrago del mismo modo que lo hago allí desde hace 23 años. Me retiro contento. Resignado me confundo entre la multitud que puebla las calles, y en especial, los restaurantes. Me complace ver que la gente come más y más. 
Enseguida decido ir a Zarate, para visitar, y celebrar, junto con mi compadre Walter. Resignado, otra vez, al hallar su hogar sin sus habitantes, me doy tiempo para caminar por una de las principales avenidas del distrito más poblado del Perú. Al cruzar una de las cuadras reconozco el segundo piso en donde (otra vez la nostalgía) me veo bailando un jubiloso año nuevo. Llego al mercado El Bosque que luce imponente (y al que coadyuve para su reconocimiento). Recorro anónimo los pasajes en donde, en otro tiempo, me era imposible pasar desapercibido.
Al salir del mercado mi próximo destino es la plaza mayor. Contra lo que supuese luce sin aspavientos ni muestras de algarabía, salvo el discreto júbilo de las chicas que como flores fugaces sonrien y modelan en torno a la vieja y hermosa pileta que la adorna desde 1651. Conmovido y gososo me detengo también a observarla. Pues no mis ojos sino mi memoria es quien la mira, mientras un chorro de agua fresca y cristalina desde hace siglos la baña.

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