(1900-1994) |
Recuerdo la mañana grís, las veredas brillosas y las cuadras que separan Palacio Legislativo de la Casona de San Marcos. Era el 13 de Mayo de 1993. Pero lo que más recuerdo es que llevaba puesto una hermosa chompa verde, tejida por las amorosas manos de mi madre. Y fue luciendo aquella chompa que aquel día grís e inolvidable estreché la mano Luis Alberto Sánchez, el único Rector Emérito de la historia de la más antigua y más importante universidad del Perú. Y hasta escribí, años después, un artículo.
Definitivamente ninguna sigla personal ha sido más conocida y difundida en el siglo XX en el Perú.
Sánchez ocupó cargos políticos importantes pero ninguno fue más importante que ser LAS. Y es que LAS, era una presencia que trascendía sus funciones.
Escribió con una constancia y vastedad tal, que resulta abrumador imaginar leer todos sus libros; sin embargo, quizá el brillo de su palabra fuera superior escuchandolo que leyendolo. Con todo, y ante todo, fue un escritor.
Y no cualquier escritor, sino lo más cercano a los sabios de la antiguedad; pero además, era también picaro e ingenioso, como cuando cierto día declaro con filosa malicia: "No digo que hay robo, pero puedo pensarlo". Y también cuando, ante la provocativa testarudez de una bella periodista para obligarlo a decir lo que prefería callar respondió: "No olvide que soy viejo y mañoso".
Seguido por edecanes (cuando ostentaba la vicepresidencia de la República) y transportado en oscuros carros blindados, no escatimaba tiempo ni empeño para ser LAS. Pues la voz de LAS abarcó auditorios repletos, cabinas de radio y set de televisión, con un protagonismo que profesor ni periodista alguno tuvo en el Perú.
Por eso, después de su muerte, muchos hechos simplemente pasan y se pierden sin el refuerzo de su memoria y la memoria de su lucidez.
Entre una casta de políticos cazurros supo distinguirse porque en todos los cargos que ocupó el periodista, el profesor y el escritor siempre lo acompaño. (Alfredo Bryce recordaba que la única vez que Sánchez le habló de política fue para decirle que en su trato con él la política estaba excluida).
Los militantes del Apra, su partido de por vida, no ignoraban que a Sánchez era preferible llamarlo maestro al saludarlo, y a la distancia, al mencionarlo, Luis Alberto.
Decía que todo hombre vive dos vidas: la que le toca y aquella que la memoria de los demás le permite.
Uno de los últimos actos de su existencia -y acaso sino el más importante el más significativo-, pues así lo dijo, fue, después de prolongada ausencia, volver a San Marcos para ser recibido entre aplausos y lágrimas de gratitud.
Haber ligado su vida al destino de la más antigua universidad de su patria era su orgullo y al ser declarado Rector Emérito (por haber sido tres veces rector de San Marcos) lo expresó con absoluta franqueza y emoción: "Con palabras no puedo,-dijo-. Solo puedo sollozar como un niño. Y peor todavía: con lágrimas que ni se ven".
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