Si es verdad que ningún idioma se expresa mejor que cuando habla a través de su poesía, sin duda alguna ninguna poesía resulta mas hermosa que cuando la música de las palabras se junta con los acordes de un instrumento que lo acompañe y una voz que la entone.
Por eso el caso del cantor y compositor Paco Ibáñez (España, 1934) resulta verdaderamente extraordinario. Y es que Paco a la belleza de los más hermosos poemas escritos en castellano le ha agregado el encanto de su canto y de los acordes de su guitarra.
Y es que sencillamente, lo más bello de lo bello escrito en nuestro idioma desfila a través de su voz y de las cuerdas que pulsa desde que su padre (un exiliado de la Guerra Civil) le obsequiara su primera guitarra.
Manrique, Góngora, Machado, Hernández, Lorca, Albertí, de un lado del territorio hispano; Darío, Vallejo, Neruda, Guillén, Gelman, del otro, constituye el preclaro legado del talento y del talante singular de Paco Ibáñez.
Pero al igual que, por consagración o espejismo mediático, la obra de un pintor tiende a reducirse a uno o dos cuadros y la de un poeta a uno o unos cuantos poemas, en el caso de Paco existe algo único que, no por serlo, es poco: el concierto de 1969 en el Olimpia de París.
Un concierto que la voz soberana del tiempo ha vuelto cada vez mas sonoro y vasto.
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