En circunstancias dramáticas, cuando los soldados se disponían perpetrar las ordenes asesinas de sus jefes, el presidente Salvador Allende pronunció un vibrante y conmovedor discurso de despedida el 11.9.1973. No de despedida por tener que abandonar el cargo ante la amenaza y la felonía. Sino porque -como lo creía Hemingway- un hombre puede ser vencido pero no destruido. Pues Allende enseguida, ceñido el casco y con la metralleta en la mano, defendió lo que el pueblo le dió. Su gesto y su gesta son únicos en la historia de América del Sur.
Evocar su tragedia conmueve, pero mucho más escuchar la energía, lucidez y belleza de sus palabras. Persuadido y admirado por aquel canto a la vida sin duda Pablo Milanés prestó su extraordinaria voz para perennizar aquel memorable discurso en las letras de un hermosa canción.
Creo que la vida es una coincidencia que debemos celebrar, a pesar de la fatalidad de nuestras existencias. Pues, es fatal, precisamente porque nos acostumbramos a vivir olvidando que debemos dejar de hacerlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario