(1902-1987) |
Durante las horas morosas que precedieron a mi operación (que más bien debería llamar reparación: 4.1.2014) en el Hospital Regional de Huacho, no tuve mejor compañía que un texto -impreso en portugués- editado con ocasión del centenario de nacimiento del poeta y ensayista brasileño Carlos Drummond de Andrade. Condenado a guardar ayuna redentora, aquella lectura, aunque no lo evitara, me redimió de ser solo un solitario y torturado despojo biológico en proceso de reparación.
Por otra parte, fue también el callado y misterioso homenaje a Mercedes, quien (a sus 25 cuando yo tenía 23) junto con el sabor de su esplendorosa juventud trajo a mis oídos el susurro melodioso del idioma de Drummond. Y lo increíble fue que todo eso sucediera en Huacho, y no en Brasilia, donde ella -casada como estaba- más pronto de lo creí regresó.
Y así, aun cuando a mi musa perdí, comenzó un amor que con certeza me ha acompañado, y me acompañará, toda la vida.
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