Cajatambo (Foto: Norberto Hijar)
América rimakoj marka
América purikoj warmi
Te recuerdo no menos que a tu nombre.
Te recuerdo en particular una tarde de pachikuy comunal en tributo a María Magdalena.
Una tarde de fiesta patronal en casa de don Alejandro Calero.
Sobre un patio empedrado con una botella de wiskhy
entre manos.
Impresionante por generosa no menos que por buenamoza.
Un mujerón en blu jeans en un caserón del barrio
de Antay.
Para el muchacho que fui cuando la ví nada pudo
ser más memorable.
Sin embargo su real atracción fue mas que una apariencia una determinación.
La certeza irrevocable de que amar es elegir.
Preferir a quién ama lo que también amas.
Insobornable en su devoción por Cajatambo
asumió el horror de su error.
Por Jesús y por Cajatambo
sin dudas ni murmuraciones
no dudó entonces un instante en libertarse.
Es decir en divorciarse.
Y así doblemente cautivada por Cajatambo
y por Jesús se casó otra vez.
Por amistad y casualidad me tocó asistir
a aquella discreta pero apasionada boda.
Construyeron un hogar.
Forjaron una familia.
Legaron una historia para recordar.
Tempranamente fallecidos
compartieron sus existencias hasta que la muerte
los separó.
Primero ella después él
sus vidas se extinguieron
pero el amor que los unió aun perdura.
Vivirá siempre que haya quien los nombre
quien con gratitud se alumbre en su dulce fuego.
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