miércoles, 21 de septiembre de 2016

LA OVEJITA




Refinado y glotón, vasto y desmesurado. La abundancia fue, que duda cabe, la característica dominante de la obra y la vida del autor de “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” (imbatible betseller poético, que Borges consideró siempre una obra menor). 

Por su parte, Matilde Urrutia, última esposa del poeta, narra en su libro de memorias un episodio tierno y conmovedor de su relación con quien -con no poco acierto- alguien descubrió, y describió, un día semejante a un insaciable y voraz obispo renacentista.
Ocurre que en las páginas de “Mi vida junto a Pablo Neruda” cuenta Matilde que caminando por las calles de una ciudad europea (que no podría ser otra que Paris) su marido experimentó un súbito shock emotivo. Sucedió que en un mercado de libros y artesanías de pronto Neruda miro un juguete que lo condujo a su remota y modesta infancia en Temuco, en el sur de Chile. Conmovido le contó a Matilde que un día en la cerca de su casa apareció aquella ovejita y se convirtió en su regalo más inolvidable.
Enseguida, Pablo Neruda, el poeta, el diplomático, el Premio Nobel, dejó de ser todo eso para ser solo un hombre hecho niño que imploraba sin cesar a su perpleja y enternecida mujer: “¡Cómpremela! ¡Cómpremela, por favor!”. Nunca Matilde (que jamás parió), de seguro, se sintió más madre que aquel día.




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