viernes, 16 de septiembre de 2016

TESTAMENTO POÉTICO


Carlos Drummond de Andrade (1902-1987) fue para la lengua portuguesa lo que Pablo Neruda para la lengua hispana: un gran poeta. Autor de más de cuarenta libros, dedicó asimismo su vida al periodismo impreso. Dos semanas antes de morir dió sus últimas declaraciones para el Jornal do Brasil. En aquella entrevista, entre líneas, sin proponérselo acaso, dejó también (aunque mejor sería decir: legó) su último un poema. El poema de su vida.

Un viejo tiene que moderarse hasta para el amor.

Una persona con hábitos intelectuales o artísticos, una persona que disfruta la música, una persona que disfruta leer nunca está sola. 

Sin una sola ambición literaria, fui más poeta por el deseo y por la necesidad de expresar sensaciones y emociones que perturbaban mi espíritu y que me angustiaban.

Por lo menos en lo que a mí respecta, existe una emoción enorme y una alegría cuando escribo un poema. Una vez hecho, es como el acto amoroso.

Ese sentimiento de inspiración aparece en el acto de la creación en general. Es algo imprevisto, algo súbito que despierta una cierta emoción. 

Mi motivación fue la siguiente: intentar resolver, a través de los versos, problemas existenciales internos. Son problemas de angustia, incomprensión e inadaptación al mundo. 






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