En 1982, cuando cumplí veinte años, ingresé a San Marcos (UNMSM) y leí un libro -comprado para celebrarlo- que me deslumbró. Sentado en una perezosa (que perteneció a mi abuelo materno) gocé y padecí con Alejandra. Pues, existía y no existía. Fuera de mi memoria y de las páginas del libro.
Sin embargo, un día, años después, mas allá de las páginas de "Sobre héroes y tumbas", apareció Alejandra. Mi Alejandra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario