lunes, 22 de junio de 2009

EL FAKIR SEDICIOSO





Aun cuando fuera apenas eso para uno de los principales lideres de la Segunda Guerra Mundial (aquel que solo prometió “sangre, sudor y lágrimas” a su patria: sir Winston Churchil) los periódicos y demás medios de comunicación del mundo entero no dudaron en proclamarlo El Hombre del Milenio al finalizar el siglo XX.
Veintisiete años después de su difusión, en 1982, y a sesentiún años del asesinato del personaje real, en 1948, he vuelto a ver “Gandhi”, la estupenda película dirigida por Sir Richard Attenborough que recrea la vida y lucha de uno de los líderes más singulares del mundo. Un hombre que decidió luchar por la independencia de su patria sometida al yugo del imperialismo británico desde el siglo XVII y asimismo enfrentar la tiranía de los dogmas que separan a hombres y mujeres en implacables castas. Pero sobre todo, un hombre que abandonó privilegios sociales, económicos y hasta académicos (fundó una comunidad, quemó sus ropas de estilo profano y dejó de llamarse el doctor Gandhi para ser solamente El Mahatma: El Gran Alma).
Pero no fue un santo sino un político. Un político, según decía, que solo trató de apegarse al ejemplo de los santos. Y es eso quizá lo que acrecienta más su santidad del mismo modo que su dimensión humana.
Su legado asimismo resulta inmenso si tenemos en cuenta que La India es no solo la democracia más poblada del planeta (con un universo ciudadano de más de 400 millones de electores) sino una de las naciones de más dinamismo tecnológico e industrial del siglo XXI. Una nación cuyos técnicos informáticos, radiólogos, contadores y traductores ofrecen su servicios especializados y absuelven consultas, sin moverse de casa, provenientes a diario de Europa y los EEUU. Y del mismo modo, una demostración de que la democracia puede ser tan eficiente sin dejar de ser un Estado justo que gobierna por medios justos tal y como lo expresara Nerhu -el primer gobernante de La India liberada- al escritor y ministro francés André Marlaux según cuenta en sus Antimemorias.
Pues ni aun cuando la Republica de la India logró independizarse Gandhi abandonó su austero refugio comunal donde no paraba de girar una rustica rueca de hilar ni de pensar ni de actuar. Y en consecuencia, se daba el caso (que solo se daba en La India) en el que los lideres del gobierno debían acudir al famoso Ashram donde era posible reunirse y escuchar a uno de los hombres mas extraordinariamente asombroso que anduvo sobre la faz de la tierra.

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