martes, 4 de agosto de 2009

HAYA DE LA TORRE Y LA CONSTITUCIÓN DE 1979


(1895-1979)

Víctor Raúl Haya de la Torre fue el político más importante del Perú en el siglo XX; no obstante, la única presidencia que -parcialmente- llegó a asumir fue la de conducir la Asamblea Constituyente de 1978-1979. Fue el primer y  postrero galardón cívico   de su prolongada actuación politica. He aquí el breve recuento de las paradójicas  circunstancias de aquella etapa final de su vida.


El 18 de junio de 1978 cinco millones de peruanos -después de doce años desde la última consulta municipal de 1966- fueron convocados a sufragar. Hecho el computo final de los resultados, Haya de la Torre, luego de encabezar una ardua campaña electoral a los 83 años, fue el indiscutible ganador con el respaldo personal de más de un millón de votos.
Junto a sus padres
Entonces, durante las Fiestas Patrias de aquel año, y precisamente en el día jubilar, le tocó protagonizar uno de los momentos más emotivos de su existencia (y la vez uno de los más significativos del siglo XX en el Perú) al ser recibido y reconocido en el local del Congreso de la República, conforme a su investidura, con los más altos honores mientras en Palacio de Gobierno los militares gobernantes observan expectantes (y según Javier Silva Ruete, entonces ministro de economía) algunos incluso conmovidos hasta las lágrimas.
En un banquete junto con Vallejo
Con todo, no nos engañemos, los cocodrilos aunque lloren siguen siendo cocodrilos. Haya lo sabia y por eso les dijo a los asambleístas: “Lo mismo que la proclama de la Independencia, hace 157 años, este 28 de julio la Asamblea Constituyente representa la voluntad general de los pueblos (...)La hora de las asambleas sumisas y de los parlamentos vasallos ha pasado. Tenemos por delante el trabajo de redactar una nueva Constitución que debe ser realista para que tenga vigencia en el presente y en el futuro”. Para concluir recordando:”Una Constitución no legisla para un partido político, ni para un sector sino para todo un pueblo”.
Merecidos honores
Doce años en las catacumbas, catorce años de destierros, cinco años confinado en una embajada, medio año sepultado en una mazmorra subterránea, siete atentados que intentaron truncar sus luchas, dos accidentes de aviación y, por si fuera poco, con certeza, una vez presidente sin presidencia eran las secuencias precedentes al ejercicio de la más alta investidura de su trayectoria. Pero eran al mismo tiempo los ingratos días en que un cáncer inexorable y a duras penas secreto consumía su existencia. Era el comienzo del fin.
Meses después, una noche del verano de 1979, antes de partir a los EEUU para ser tratado de urgencia decidió dirigirse al Congreso. Al verlo aparecer sorprendidos los asambleístas lo recibieron puestos de pié: “He venido, les dijo, a pedir que no desmayen. Seguramente con imperfecciones, pero estamos haciendo una gran Constitución para un país libre y justo, una Constitución capaz de envejecer y renovarse a sí misma y, lo más importante, de defenderse frente a los enemigos de la democracia. Pido a ustedes que sigan adelante. Queda Luis Alberto Sánchez como capitán de esta nave hasta que salga la nueva Constitución. Muchas gracias a todos”.

Despedida
Semanas después, el 12 de julio de 1979, a los 84 años postrado por una lenta agonía Haya alcanzó todavía rubricar la Constitución que el pueblo le encargó dirigir.
Días después, el 2 de agosto a las 10 y 45 de la noche su cansado corazón cesó de latir.
Cementerio de Miraflores. Trujillo.
La tarde del 6 de agosto al pié del histórico Balcón de la Independencia en Huaura, en un alto de la caravana mortuoria con destino a su natal Trujillo, alcancé a contemplarlo. Lo saludé con fervor. No era para menos: más que ante un cadáver fue un encuentro con la Historia.

Vida: 


1 comentario:

Anónimo dijo...

Por qué cobro un sol por la constitución? .. porfi explicarlo c: