Siendo niño, en Trujillo, Ciro Alegría asistió a un colegio en donde le tocó ser alumno de un taciturno profesor de pronunciada nariz aguileña que, además, era poeta: César Vallejo. Autor de una trilogía de novelas (La serpiente de oro, Los perros hambrientos y El mundo es ancho y ajeno) que le prodigaron premios y fama hasta consagrarlo como el escritor más difundido de la primera mitad del siglo XX. Narrador tenaz y afortunado, tuvo suerte hasta en el mismo nombre que llevó, y lo mereció. Pues, sencillamente, leer a Ciro es acercarse a una de las glorias literarias del Perú.
Al mismo tiempo, de manera paralela, José María Arguedas publicó dos libros (Agua y Yawar Fiesta) con los que no obtuvo ningún premio, pero sí alguna fama, que anticipaban ya la presencia del escritor con mayor vigencia y proyección histórica de la cultura andina. Y es que Arguedas más que un narrador es el constructor de un universo complejo y entrañable que, a través de las palabras, encarna, y a la vez, trasciende el mundo andino. Por eso acaso su obra guarda la misteriosa vitalidad de las palabras y la frescura implacable de los sueños; de los sueños que se sueñan con los ojos abiertos, claro.
En Arequipa, en 1965, en un congreso de escritores, ambos escritores coincidieron. He aquí, junto a la imagen que perennizó aquel encuentro, un breve y revelador recuerdo legado por Ciro Alegría sobre la vida y la obra de José María Arguedas:
Al mismo tiempo, de manera paralela, José María Arguedas publicó dos libros (Agua y Yawar Fiesta) con los que no obtuvo ningún premio, pero sí alguna fama, que anticipaban ya la presencia del escritor con mayor vigencia y proyección histórica de la cultura andina. Y es que Arguedas más que un narrador es el constructor de un universo complejo y entrañable que, a través de las palabras, encarna, y a la vez, trasciende el mundo andino. Por eso acaso su obra guarda la misteriosa vitalidad de las palabras y la frescura implacable de los sueños; de los sueños que se sueñan con los ojos abiertos, claro.
En Arequipa, en 1965, en un congreso de escritores, ambos escritores coincidieron. He aquí, junto a la imagen que perennizó aquel encuentro, un breve y revelador recuerdo legado por Ciro Alegría sobre la vida y la obra de José María Arguedas:
“Tengo la más grande estimación humana e intelectual por José María a quién de antiguo conozco. Cuando salió mi primera novela recibí una carta suya y también su obra Agua. Hemos cambiado muchas cartas. Y considero que sus novelas constituyen literatura de alto interés. Obras arraigadas en la vida indígena sureña. Y universales también, por supuesto. Creo que es un excelente escritor. Pero no sé por qué todos los críticos y periodistas tratan de establecer una competencia o campeonato entre nosotros, igual a la que los poetas establecen entre Vallejo y Neruda. Es un torneo necio a todas luces, porque si bien el indio es el objeto de nuestros desvelos y cuidados: mi indio no es el de Arguedas (…) El indio del norte es más rebelde que el indio de Arguedas, pero carga también toneladas de dolor. En todos esos caracteres disímiles reside el futuro sustrato anímico del Perú integrado (…) Y volviendo a Arguedas, la obra suya que prefiero es Los ríos profundos”.
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