sábado, 6 de marzo de 2010

LO QUE QUEDÓ DE EL PARAISO



A mi no me bautizaron. No tengo padrinos. Tampoco soy creyente católico ni de ninguna otra confesión, pero respeto a todas; por tanto, me siento indigno de llamarme arrogante y sectariamente ateo (que por lo demás me parece una palabra horrenda). Sin embargo, guardo absoluta fe de que en verdad lo único que conocemos del Paraíso son las mujeres. (Aun cuando, por lo demás, ninguna ingrata mujer afirme lo mismo en reciprocidad respecto a nosotros los varones).
Un fin de semana de vuelta a Huacho (tal y como me transporté por más de veinte años) asistí a la grata y repentina irrupción en los pasillos del ómnibus en que viajaba de un grupo de jóvenes mujeres vestidas con holgados shorts blancos y camisetas del mismo color. Subieron en Ancón y desaparecieron en el serpentín de Pasamayo. Apenas en cuestión de minutos. Para unos (los que viajaban dormitando) ni existieron y para los que mitigaban la espera del viaje (concentrados en el televisor) fue una incomoda aparición. Para mí, que duda cabe, fue un placer inesperado; y por eso mismo, mas placentero todavía. Un privilegio de la vista.
Más aun: no resistí la tentación de hablar con una de ellas (para mi suerte la más bonita de las cinco): “Disculpa” “Si” “¿Están uniformadas ustedes?” “Sí. Venimos de La Blindada” “¿Entonces son ustedes militares?” “Sí, somos tenientes del Ejercito y estamos yendo a una playa que conoce mi amiga”. Eran militares pero eran asimismo mujeres lindísimas. “Entonces quiere decir que alguna vez tú podrás llegar a ser una coronel o general” “Bueno nada lo impide. Si, de aquí a unos veinte años”. Y sonrió tan bellamente que no pude dejar de preguntarle su nombre. Al escucharme quiso poner cara de militar pero, mujer al fin, me miro un instante (gordo, calvo y canoso) y respondió piadosa: “Yanina”. Por si fuera poco al despedirse me dedicó las más hermosa sonrisa de todas cuantas me fueron destinadas en todos estos veinte años de viajes.

La primera vez de la mujeres en el Perú (1956)
Y es que ya no solo en las FFAA sino en todas las profesiones y ocupaciones la presencia de la mujer en estos tiempos y en cualquier lugar resulta cada vez menos extraña y a la vez sorprendente. Pues las mujeres, hagan lo que hagan, siempre siguen siendo mujeres; es decir: hijas, madres y esposas. No necesitan pavonearse ni ufanarse, les basta con hacer bien cuanto tienen que hacer. No les urge sentirse importantes, antes bien prefieren no perder de vista la importancia de sus responsabilidades. Definitivamente, tienen su estilo.
Por eso mismo, al celebrarse el 8 de marzo de 2010 el centenario de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, fue grato constatar que en el Perú del siglo XXI, un tercio de cargos ejecutivos en la dirección de las empresas peruanas lo ocupan las mujeres, que asimismo la tercer parte de magistrados del Poder Judicial son juezas y que otro tercio de los escaños del Congreso están ocupados por señoras o señoritas representantes. 
Con todo, por el contrario, en la vigente gestión municipal 2015-2018 solo el 4% de los 1,647 alcaldes distritales que existen en el país son mujeres, y el 5% de los 195 municipios provinciales está dirigido por una mujer. Para peor, en los 25 gobiernos regionales no hay al frente ninguna presidenta regional
De todos modos, donde quiera que se encuentre y aunque acaso nunca lea usted estas palabras quiero decirle a Yanina: “¡Feliz día, mi Teniente”.

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