(1920-1995) |
Roberto Ramírez del Villar fue el último presidente de la Camara de Diputados. Su periodo duro del 27 de julio de 1990 hasta el 5 de abril de 1992. No deja de ser significativo que el órgano legislativo (del que también formó parte el almirante Grau) sucumbió al mando del más destacado diputado del siglo XX: cinco veces Diputado de la Nación y
miembro de la Asamblea Constituyente de 1978.
En 1995, apenas ocurrida su muerte, el Congreso -cuyo tributo funebre, acatando su voluntad, sus familiares rechazaron- le rindió homenaje la mañana del 31 de mayo. Estas son las palabras, extraidas del diario de los debates del Congreso de la República, que se pronunciaron en su memoria.
Enrique Chirinos Soto: "Yo
siempre he estado vinculado con Roberto Ramírez del Villar, con
"Bobby" .como le decíamos todos., por razones de paisanaje, puesto
que los dos somos arequipeños por una curiosa razón astrológica, porque nacimos
el mismo día, el 4 de mayo, él en 1920 y yo en 1930; porque fuimos compañeros
de estudios a esa distancia, él en quinto de secundaria y yo en primero de
primaria en el Colegio La Salle de Arequipa; porque cuando ingresé a la
Universidad de San Agustín, el Presidente de la FUA, como se llamaba entonces a
la Federación Universitaria de Arequipa, libremente elegido por los
estudiantes, era Roberto Ramírez del Villar. En esa calidad le correspondió
recibir en la propia Universidad de San Agustín al señor doctor José Luis
Bustamante y Rivero, Presidente de la República, quien visitó Arequipa para
asistir a la coronación de la Virgen Candelaria de Cayma como Patrona de la
ciudad.Con
los años, Ramírez del Villar fue secretario y profesor de la propia Universidad
de San Agustín, diría yo que casi a todo lo largo del gobierno de Odría.
Cuando
terminaba el gobierno de Odría y se produjo en el país una verdadera eclosión
cívica en demanda de libertades públicas, principalmente en pro de la
derogatoria de la infamante Ley de Seguridad Interior de la República, en pro
de la reforma del Estatuto Electoral y en pro de la amnistía para todos los
perseguidos políticos, Ramírez del Villar se incorporó, por supuesto, a esa pelea,
como habíamos dado juntos la pelea por la romántica candidatura del general
Ernesto Montagne en 1950, y como habíamos participado con el doctor Róger
Cáceres en la revolución .desgraciadamente, revolución sangrienta. de 1950, que
nos tocó en lo más hondo a todos, pues sufrimos la pérdida de nuestro más
ilustre amigo, que era el doctor Arturo Villegas Romero.
En
el año de 1956 Ramírez del Villar fue uno de los fundadores del Partido
Demócrata Cristiano, siendo uno de los candidatos de ese partido político a una
diputación por Arequipa, y en esa calidad llega al Congreso, al propio tiempo
del doctor Róger Cáceres Velásquez, permaneciendo en este poder del Estado
desde 1956 hasta el año de 1992, salvo el intervalo de facto que para todos
nosotros supuso el gobierno militar en su primera fase, y no digo en la segunda
fase, porque en esta etapa se convocó a Asamblea Constituyente.
Precisamente
en esa Asamblea Constituyente fue representante el doctor Ramírez del Villar, y
quienes trabajamos a su lado, sobre todo en la Comisión Principal de
Constitución, pudimos confirmar nuestra más alta estima y nuestro aprecio por
sus conocimientos jurídicos, por la finura de su trato, por la ironía de su
conversación y por la brillantez de su elocuencia cuando el caso lo requería.
El
doctor Ramírez del Villar, como diputado por Lima, estuvo en el Congreso entre
los años 1963-1968, período del primer gobierno de Fernando Belaunde, en el que
también se desempeñó como ministro de Justicia. En el período 1980-1985,
segundo gobierno de Belaunde, así como entre los años 1985 y 1990, gobierno de
Alan García, Ramírez del Villar fue nuevamente diputado por Lima.
A
Ramírez del Villar .sentado en ese lado del Hemiciclo, siempre en la última
fila. no le gustaba ni pretendía salir de la condición de diputado, por lo cual
nunca quiso pasar a la Cámara Alta para convertirse en senador. Él, como
Churchill, quiso permanecer en la Cámara de los Comunes y sólo ya muy tarde en
la vida aceptó a la Cámara de los Lores. Ramírez del Villar era un fervoroso
partidario de sus ejercicios parlamentarios en la Cámara joven, Cámara que, se
puede decir de cierta manera, dominaba por su sabiduría y por su brillante
elocuencia.
Para
la Legislatura Ordinaria de 1991 fue elegido Presidente de la Cámara de Diputados
y en esa calidad le tocó afrontar .mal de su desagrado, desde luego. el golpe
de estado del 5 de abril de 1992.
Yo
sé, señor Presidente, que el doctor Ramírez del Villar tuvo apreciaciones muy
severas o explicables en su caso para el Congreso Constituyente del que
nosotros formamos parte, no hace falta que se nos recuerde ello, porque me parece
que elevándonos por encima de pequeñeces nosotros tenemos que reconocer en Ramírez
del Villar a uno de los grandes tribunos de este siglo que ha producido la
República, y que se empareja con los grandes tribunos del siglo XIX, como por
citar un nombre que pienso que le hubiera sido grato: don Francisco de Paula Gonzáles
Vigil.
En
ese sentido, señor, elevándonos por encima de cualquier pasión menuda y
cualquier encono pasajero o desinteligencia momentánea, para sólo pensar en el
Perú, en nombre de mis compañeros de la Nación y en el mío propio rindo homenaje
a ese gran peruano que fue y que en alguna medida es todavía y será Roberto Ramírez
del Villar".
Róger Cáceres Velásquez: "Yo
pude conocerlo, al igual que Enrique Chirinos Soto, cuando ingresamos a la
Universidad de San Agustín, lo encontramos como presidente de la Federación
Universitaria, contribuyendo con nuestros votos a su elección.
Luego,
señor, estuvimos juntos en las calles cuando los estudiantes y el pueblo
protestamos por la caída del gobierno democrático del ex presidente José Luis
Bustamante y Rivero; y más tarde confluimos, cuando en 1950 nos enfrentamos a
la imposición de la dictadura de entonces, propiciando la candidatura del
general Montagne. Años después, en el diario El Pueblo de Arequipa, combatimos para recuperar el sistema
democrático, no minusválido como el que vivimos de 1950 a 1956, sino más pleno,
como aquel que iniciamos a partir del año 1956.
Luchamos
juntos en las calles y plazas de Arequipa en diciembre de 1955, cuando por
feliz inspiración de Enrique Chirinos y de otros distinguidos políticos de Lima
pudimos movilizar al pueblo para reclamar contra el Estatuto Electoral, la Ley
de Seguridad Interior de la República y el Estatuto de la Libertad de Prensa,
que eran los medios a través de los cuales la dictadura de entonces maniataba
la opinión pública y manipulaba el proceso electoral, esfuerzo que resultó
exitoso.
Asimismo,
auspiciamos y propulsamos el surgimiento de la Democracia Cristiana, imitando, como
desgraciadamente ha ocurrido en este país, de una manera inveterada lo que
sucedía en Europa, pensando que lo que era bueno para Europa tenía que ser
necesaria e irrefragablemente bueno para el Perú, como de repente en los
últimos tiempos también se viene haciendo y pensando igual.
Desde
1956 hasta 1962 estuvimos en el Congreso librando una dura batalla en función
de las necesidades que habíamos enarbolado. De mi parte, reportando que el país
no era europeo sino muy distinto, muy complejo, razón por la cual tuve que
apartarme de la Democracia Cristiana en el año de 1963; poco tiempo después lo
haría Ramírez del Villar para encabezar, junto con Bedoya Reyes y Alayza Grundy
y otros distinguidos demócratas cristianos, el llamado Partido Popular
Cristiano, cuya representación nos honra con su presencia en esta Cámara. Roberto
Ramírez del Villar era un hombre que se preciaba de cultivar los ideales más
nobles del pueblo de Arequipa, fundamentalmente su acendrado civismo, su
republicanismo y su carácter democrático. Éstos eran los valores que Ramírez
del Villar tenía por más sacro en su vida política y que procuró servir y
propulsar a lo largo de su intervención como hombre público, primero como
periodista y luego como dirigente político y parlamentario.
Aquí
en el Congreso, así como fuera de este recinto, escuchamos ciertamente su
palabra en muchas oportunidades como una verdadera lección. Era un señor como
muchos de aquellos que han sido mis profesores y mis amigos en Arequipa. Era un
señor: un arequipeño. Los arequipeños tienen como modelo el Misti, del cual dijo
un poeta que "era serenidad por fuera y arrebato por dentro". Así era
Ramírez del Villar, un hombre aparentemente sosegado y tranquilo, pero por
dentro un volcán, un volcán de pasión cívica".
Manuel Moreyra Loredo: "Yo lo conocí hace aproximadamente treinta y siete años, cuando se estaba formando el Partido Demócrata Cristiano, y desde entonces pude apreciar mucho sus enormes virtudes y cualidades.
El
día de ayer, cuando estuve, primero en el domicilio donde residió en los
últimos treinta años, con su señora y con el resto de su familia, con la mayoría
de sus íntimos amigos .desgraciadamente no pudo llegar Jaime Rey de Castro, por
ejemplo, quizás el más cercano a él., estuvimos recordando todo lo que
significó Roberto Ramírez del Villar para el Perú; y después tuve la congoja de
tener que acompañar al cementerio a quien sin duda alguna fue un tribuno muy importante.
Desgraciadamente,
en las luchas que se presentaron al interior del Partido Demócrata Cristiano, Roberto
Ramírez del Villar y yo tomamos posiciones distintas: él se separó para fundar
el Partido Popular Cristiano y yo permanecí en la Democracia Cristiana, a la
cual renuncié cuando su entonces presidente apoyó a la dictadura del general
Velasco Alvarado.
Tiempo
después nos volvimos a encontrar en este Parlamento y debo decir que fue, como
siempre, un ejemplo no sólo de señorío, sino un ejemplo de defensa de la
democracia. Si hay algo que creo que nos ha vinculado siempre a Roberto Ramírez
del Villar y a quien habla, es que siempre hemos creído que el sistema
democrático es mejor que cualquier autocracia, aún cuando en el corto plazo las
autocracias puedan tener algunas ventajas".
Fernando Olivera Vega: "Nosotros,
señor Presidente, queremos rescatar del ejemplo de Roberto Ramírez del Villar
esa sencillez de los grandes hombres, esa jovialidad, ese espíritu siempre
joven que permitía justamente conferir una confianza y sentirse en confianza con
Ramírez del Villar transmitiendo esa vasta experiencia adquirida a lo largo de
tantos años de laborar como brillante parlamentario en la Cámara de Diputados,
su Cámara.
Nosotros
.dijimos. tuvimos el privilegio de conocerlo, y al conocerlo, señor, hemos
podido aprender a respetarlo y a quererlo sinceramente. Las primeras
experiencias con Ramírez del Villar no siempre fueron fáciles, pues él era, como
buen arequipeño, un hombre difícil en ciertas relaciones.
Estaba
tentado de decir un adjetivo que entre amigos lo podemos manifestar, y yo no sé
si aquí sea el recinto más apropiado, pero como decía, señor Presidente, en esa
terquedad de la defensa de sus principios Ramírez del Villar se ganaba el
respeto de tirios
y troyanos. Y
por eso es que felizmente el Congreso y la Cámara de Diputados pudo tener el
altísimo honor de tener como Presidente de la Cámara a Roberto Ramírez del
Villar".
César Larrabure Gálvez: "El
que le habla, señor Presidente, con esta nueva reelección serían tres veces que
está en el Parlamento. Yo vine al Congreso de la República en el año de 1985,
fui elegido casualmente en la lista parlamentaria de Convergencia Democrática, que
tenía como uno de los grupos más importantes al Partido Popular Cristiano, y en
el cual, por supuesto, estuvo el doctor Ramírez del Villar. En esa oportunidad
participé en un grupo de trabajo en el que estaban Luis Bedoya Reyes por el
PPC, Esteban Roca por los independientes, y también estaba el doctor Andrés
Townsend Ezcurra, otro brillante político.
Yo
llegué lleno de ilusiones a este Parlamento, venía de la provincia de Chincha,
y encuentro en el Congreso al doctor Ramírez del Villar, quien se sentaba justo
atrás de la curul que yo ocupaba. Ése fue un Parlamento difícil, dominado por una
mayoría aprista aplastante, déspota, una mayoría parlamentaria que prácticamente
no aceptaba ninguna posición de la oposición; pero recuerdo que cuando se
paraba el doctor Ramírez del Villar, con esos brillantes discursos que impactaban
tanto por su contenido político como por su contenido intelectual, y sea de
cualquier tema que se tratara, no se escuchaba en el Hemiciclo ni el zumbido de
una mosca. Era un hombre a quien no sólo le salían sus conocimientos y su
inteligencia en esos discursos, sino también lo arequipeño, lo tozudo, y se
hacía respetar".
Con
el objeto de no redundar en los conceptos ya expresados por los colegas
congresistas, quiero resaltar dos aspectos que considero importantes en la
trayectoria de Roberto Ramírez del Villar.
En
primer lugar, no sólo la consecuencia con sus ideas democráticas, sino la
larguísima práctica democrática que Roberto Ramírez del Villar deja al país. En
una país como el nuestro, donde la tentación del éxito muchas veces aleja a los
políticos justamente de los principios .especialmente de los principios
democráticos., es difícil mantener una conducta cívica como la que tuvo Ramírez
del Villar.
Pero,
en segundo lugar, se va un político que no se lleva los bolsillos llenos de
dinero, que no robó, que no fue corrupto, y pareciera que eso en el Perú fuera
la excepción.
Estuve
presente en el velorio y en el entierro de Ramírez del Villar, y en ese momento
no pude dejar de pensar que ahí se iba lo que se ha hablado en los últimos años
como un "político tradicional", un miembro de un partido político
tradicional. ¿Se acuerdan del debate? Yo no puedo dejar de recordarlo, no por
dividir sino justamente por recordar la injusticia que él ha saboreado en los
últimos años cuando no se distingue, cuando por uno pagan todos, o cuando las
imágenes gruesas reinan en la política acabando con honras y con larguísimos
años de servicio al pueblo".
Gustavo García Mundaca: "Uno de los capítulos de más difícil tratamiento en la Asamblea
Constituyente de 1978 fue el relativo a la Descentralización, Gobiernos Locales
y Regionales. En la Comisión correspondiente recibimos la visita reiterada de todas
las personas que tenían opinión sobre el asunto, por su experiencia, por su
conocimiento o por su interés. Sin embargo, pasaban los meses y era muy difícil
presentar a la Comisión Principal y al país una propuesta armónica que fuera
viable.
La
Comisión, entrampada entre las distintas iniciativas sobre el particular, había
elaborado una serie de borradores, todos los cuales habían sido observadas por
la Comisión Principal. En ese mare
magnum llegó
Roberto Ramírez del Villar, quien tuvo el acierto de tratar el tema con
interés, pero sobre todo con propiedad. Y recuerdo que fue en un lugar no
precisamente del Congreso donde se sentaron las bases para lo que iba a ser la
estructura de la descentralización en el país, recogida en la Constitución de
1979.
Roberto
Ramírez del Villar fue en ese momento el legislador eficiente y eficaz que pudo
plasmar experiencias no directas de él, pero que, con su sabiduría, pudo frenar
los optimismos y los entusiasmos que los descentralistas queríamos imprimir en
el texto y aportar sin embargo las posibilidades de la apertura para la
institución que esperábamos .con más ingenuidad que realismo pudiera comenzar a
labrarse a partir del año de 1980".
Carlos Torres y Torres Lara: "De
Ramírez del Villar nos separaban algunos hechos concretos. Primero, un hombre
de distinta generación,
que siguió muy bien los pasos del socialcristianismo y lo hizo de un modo excelente.
Ramírez del Villar, tras la línea de Víctor Andrés Belaunde y del
socialcristianismo peruano, supo ser uno sino el mejor de los representantes del
pensamiento socialcristiano en el Perú, aun cuando esta doctrina tuvo grandes diferencias
en nuestro país, a tal extremo de fundarse dos partidos políticos: el Demócrata
Cristiano y el Popular Cristiano. Ramírez del Villar eligió una de las vías, la
que consideró más correcta, la que estimaba más adecuada y la que finalmente
triunfó en el debate nacional".
Xavier Barrón Cebreros: "Si
se nos pidiera definir a los seres humanos tan grandes e inconmensurables como
el doctor Ramírez del Villar, y nos dijeran que debemos establecer tres
definiciones de su persona, de su vida y de su legado, tendríamos que decir que
fue un hombre honesto, capaz y amoroso.
Hombre
honesto, porque, como se dijo el día de su sepelio, "no hay ningún peruano
ni hombre alguno
que pueda decir que fue un hombre que se enriqueció en el poder". Jamás
nadie se atrevió a eso, porque no había ni dio motivo para pensar que su
conducta vaya por el interés crematístico,
ya que su limpia trayectoria de ejercicio político .de ejercicio político
tradicional que
exclusivamente dedicado al servicio público, pero jamás para servirse en lo
personal. Fue capaz, porque hay pocos hombres como él que hayan hecho de su
vida misma un magisterio.
Su
mismo devenir, su curso diario en la política peruana hizo evocarnos lo que
Juan Pablo II ha recordado en numerosas oportunidades el año pasado: "La
política no es sucia, la política no envilece al hombre. Son los hombres los
que envilecen y ensucian la política". Y Ramírez delVillar, ciertamente,
fue un hombre que engrandecía y magnificaba la política como debía entenderse: como
servicio, como capacidad y como amor por los semejantes.
Muy
temprano en su vida universitaria y luego en su vida pública abrazó con pasión
el socialcristianismo, doctrina que no es una condición de un pragmatismo en la
vida y menos aún un simple devenir, un oportunismo o un pragmatismo; la abrazó
con pasión porque la hizo parte de su vida.
Para él no existían dos tipos de seres humanos: los poderosos y los
débiles. Para él existía siempre la mano cariñosa y generoso para ayudar en lo
que fuera posible al prójimo, quien quiera que fuera, sin distingos de
condición, raza, credo o sexo.
Sin
duda alguna que el tiempo irá decantando su legado histórico, pero ninguno de
nosotros ni ningún
peruano tiene dudas de que Roberto Ramírez del Villar Beaumont fue uno de los grandes
peruanos cuyo legado histórico difícilmente podrá ser olvidado por las
generaciones sucesivas,
por la generación del próximo milenio que iniciamos en unos próximos años, y
que tendrá, sin duda alguna, como uno de los pilares a la vida, el ejemplo y la
obra de Roberto Ramírez del Villar".
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