(1933-2011) |
Durante 60 años el
Chino Domínguez capturó imágenes que contienen los variados rostros del Perú.
Si Chambi es el
Vallejo de la fotografía peruana, el Chino Domínguez es el Martín Adán de las
imágenes impresas.
Cuando menos tres generaciones
de peruanas y peruanos le deben a la agudeza de su mirada y a la destreza de
sus manos la perennidad de instantes
gloriosos, y aun infaustos, de buena parte del siglo XX.
Sucesivos diarios y
revistas se valieron de su sagaz dominio de la cámara para detectar y detener
lo que pasa para quedarse. Señor del instante, nadie como él hizo de lo fugaz
un don permanente.
En más de una
ocasión celebré verlo -pues para mí más que un fotógrafo de circunstancias era
un historiador que escribía con imágenes: su libro “Los Peruanos” lo prueba- con no menos gratitud que comparecer ante las
novedades de su trabajo.
Con todo, de su
vasto legado, existe –al menos para mí- una secuencia inolvidable que resulta
no menos grata de ver que de contar. Se trata de una secuencia de tomas captadas
desde su departamento de la avenida Tacna, la misma que inmortalizó Vargas
Llosa a través de “Conversación en La Catedral”. Ocurre que una muchacha y un
muchacho encaramados entre los muros de un techo vecino sin más cobijo que las
hojas de un periódico dan curso a sus ímpetus conectivos, en tanto abajo, en la
calles, combativo, un coro en marcha proclama: “¡El pueblo unido jamás será
vencido!”.
http://www.generaccion.com/magazine/1584/carlos-chino-dominguez-presente
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