Sus discipulos eran iletrados y pobres.
Salvo aquellas palabras que su mano trazó en la tierra y que borró enseguida, no escribió nada.
No usó nunca argumentos; la forma natural de su pensamiento era la metáfora. Para condenar la pomposa vanidad de los funerales afirmó que los muertos enterraran a los muertos. Para condenar la hipocresía de los fariseos dijo que eran sepulcros blanqueados.
Jóven murió oscuramente en la cruz, que en aquel tiempo era un patíbulo y ahora es un símbolo.
Sin sospechar su vasto porvenir Tácito lo menciona al pasar y lo llama Chrestus.
Nadie como él ha gobernado, y sigue gobernando, el curso de la historia.
Jorge Luis Borges
No hay comentarios:
Publicar un comentario