Joselito y Belmonte |
Aun cuando existen discrepancias para elegir al torero más valiente y
virtuoso de la historia del toreo, no lo hay, en cambio, para coincidir y
concluir en que la dupla más célebre y consagrada lo conforman dos toreros españoles
del siglo XX: Joselito y Belmonte. Ernest Hemingway, que los vio y trato, en “Muerte
en la tarde” -el libro más mentado sobre el rito y la tragedia de las corridas
de toros- los recuerda así:
“La plaza había sido dominada por
dos figuras que, en su propio arte, y sin olvidar, por supuesto, que se trataba
de un arte efímero, y, por tanto, menor, fueron comparables a Velásquez y a
Goya o, en literatura, a Cervantes y a Lope de Vega”
“Vino entonces ‘Joselito’ que,
cuando apareció, fue apodado Pasos Largos y atacado por todos los admiradores
de ‘Bombita’, ‘Machaquito’, Fuentes y Vicente Pastor. Afortunadamente retirados
todos éstos se habían hecho por consiguiente incomparables. ‘Guerrita’ decía: ‘Si
quieres ver a Belmonte, corred a verle, porqué no durará; ningún hombre puede
torear tan cerca de los toros’. Pero al ver que seguía toreando cada vez más
cerca, se descubrió que los toros eran,
por supuesto, parodia de los bichos gigantes que él, ‘Guerrita’, había matado.
Se reconoció en la prensa que ‘Joselito’ valía algo, pero se hizo notar que no
sabía poner banderillas más que de un lado, el derecho –los toros, por
supuesto, eran más pequeños- y que persistía en ese defecto; que mataba
teniendo el estoque tan alto que algunos decían que se lo sacaba del sombrero y
otros que se valía sencillamente de él como de una prolongación de su nariz, y
que, y eso era una verdad como un templo, fue abucheado, silbado y bombardeado
con almohadillas el último día que toreo en Madrid, el 15 de mayo de 1920,
cuando lidiaba a su segundo toro, después de haber cortado la oreja del
primero, y fue alcanzado en la cara por una almohadilla mientras la multitud
gritaba: ‘¡Que se vaya, que se vaya!’ Al día siguiente, 16 de mayo, ‘Joselito’
murió en Talavera de la Reina con el vientre abierto de una cornada, tan abierto
que se le salían los intestinos. No era capaz de retenerlo con las dos manos;
pero murió por el traumatismo originado por el shock de la cornada, mientras
los médicos trabajaban con la herida.
Su rostro quedó tranquilo sobre la mesa
de operaciones, cuando murió; su cuñado se hizo retratar llevándose el pañuelo
a los ojos; una turba de gitanos se lamentaban a la puerta y otros iban y venían.
‘El Gallo’, fuera, daba vueltas sin
atreverse a ver a su hermano muerto, y Almendro, el banderillero, decía:
-Si han podido matar a este
hombre, os lo juro, ninguno de nosotros escapará. Ninguno de nosotros.
Y ‘Joselito’ se convirtió
inmediatamente en la prensa, y sigue siéndolo todavía, en el más grande torero
de todos los tiempos; más grande que ‘Guerrita’, que ‘Frascuelo’, que ‘Lagartijo’,
en opinión de los mismos hombres que cuando estaba vivo lo atacaban. Belmonte
se retiró y se hizo más grande que el mismo ‘Joselito’ al retirarse; volvió
después de la muerte de ‘Maera’ y se descubrió que era un hombre ávido de
dinero que quería explotar un nombre ya famoso – es verdad que aquel año había
hecho elegir sus toros-; lidió un año más todavía, y juro que fue el mejor que
tuvo; lidió toda clase de toros, sin distinción de talla, triunfo en toda la
línea; incluida la suerte de matar, en la que hasta entonces no había adquirido
un dominio perfecto y fue atacado por la prensa durante toda la temporada. Se
retiró de nuevo, después de una cornada casi mortal, y todos los testigos están
de acuerdo que es el mayor torero viviente. Así se hace la historia”
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