Fue poeta, pero su mejor obra fue simplemente ser César Calvo. Alto, buenmozo y talentoso, parecía un personaje extraído de los libros. Y no de cualquier libro, sino de un libro de cuentos.
Era poeta y era poetico. Privilegiado por una sensibilidad y una voz extraordinaria, si es verdad que las mujeres hacen más caso a lo que escuchan que a lo que miran, Calvo -sin discusión- fue el poeta más querido del Perú.
Por eso, acaso la imagén más entrañable que la posteridad a consagrado sea la de verlo aferrado por las delicadas manos y la dulce sonrisa de la actriz Patricia Aspillaga.
Pero acaso lo más memorable, hermoso y conmovedor sea la forma en que el poeta decidió despedirse: cantando. Cantando su despedida.
Sin embargo, de todas las presencias que amenizaron su existencia ninguna como la de Graciela, su madre; cuya memoria y ternura continúa junto al poeta, más allá de la vida y de la muerte.
1 comentario:
Una nota muy conmovedora.
Muy agradecido.
Dr Guillermo Calvo
Hermano de César
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