miércoles, 21 de agosto de 2013

EL NOBEL Y LA TRADUCTORA


Corría mediados de 2006 y de pronto sonó el artilugio (que entonces solo servía para hablar). Recuerdo que fue al caer la noche, en un remoto confín de San Juan de Lurigancho y con el fondo brumoso de yermos cerros, escuché su voz emocionada: "Acabo de asistir a una conferencia de Vargas Llosa y he puesto la foto en tu correo". No menos emocionado le agradecí, sintiendo acaso que ella había estado allí por mi. Y que, por supuesto, lo celebraba.
Después de unos meses, de regreso a Lima, me entregó unos vistosos cartones autografiados por el escritor. Se trataba del programa que la universidad de Emory, fundada de 1836, auspicia cada año mediante un ciclo de conferencias a cargo de alguna personalidad intelectual y académica relevante. Y aquel 2006, Panchita Vizurraga, residente en Atlanta y a la sazón estudiante de traducción por la universidad de Georgia, nacida en Lima e hija de genuina estirpe oyonense, asistió en compañía de una chica española a aquella conferencia que, contra su parecer, tuvo mas concurrencia nativa y sajona que inmigrante y profana.
Ha pasado el tiempo. Perdí los cartones y también a Panchita. No lo deploro pero tampoco lo ignoro. Al contrario, me complace el recuerdo de haber propiciado aquel encuentro memorable.

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