(1914-1998) |
Al conmemorarse los
cien años del nacimiento de Octavio Paz, nada más grato comprobar que
sigue presente en la continuidad palpable y visible de su vasta y prolífica obra.
Pero, no menos grato, es tener presente al poeta y pensador a través de su imagen
y su voz. De manera que, sin exclusión ni oposición, ver y escuchar a Paz es no
menos importante y edificante que leer a Paz.
Con ocasión de los
homenajes que en México y por el mundo ha convocado su recuerdo y la valoración
de su multidisciplinaria obra, con certeza cabe decir que hay mucho para ver,
oír y leer sobre Octavio Paz. Pero sobre todo, resulta sorprendente constatar que
la vigencia de su legado trasciende las páginas de sus libros. La actuación de Enrique
Krauze y Juan Villoro, entre otros, prueba que la obra de Paz rebasa los
confines intelectuales y académicos. Pues, a su modo y a su manera, cada uno de
ellos, y otros más, son Octavio Paz. Una cualidad y una actitud encarnada en un
nombre y muchos hombres.
Con todo, lo paradójico
ha sido que mientras la capital de México el 31.3.2014 rendía homenaje nacional a Octavio Paz con la concurrencia
del presidente de la República y de otros premios Nobel, ese mismo día en otro
punto de México, se velaban los restos de la única y veleidosa hija del escritor.
Helena Paz Garro, una bella y temperamental mujer de harta garra y escasa paz,
también poeta y escritora, cuya fama -alimentada a la sombra de su padre- ciñe después de todo al designio implacable de
los versos Borges: “Mi meta es el olvido, / yo he llegado antes”.
Por otra parte, Mari
Jo Paz, la anfitriona de la ceremonia de homenaje por el Centenario de Octavio
Paz, ha sido también la justa y merecida homenajeada, por compartir y dedicar
su vida a la existencia cotidiana del intelectual absoluto de México. Acechado
por odios y envidias, perseguido por la ingratitud de su díscola y talentosa ex
mujer y de su propia hija, Paz encontró al lado de Mari Jo todo lo que escribió
y describió a los ochenta años en “La llama doble”, el supremo ensayo erótico
del idioma español. Acaso también en eso fue un maestro: en enseñar que para
pensar y escribir primero hay que atreverse a ser felices.
En 1977, en España, a
los 63 años, Octavio Paz fue entrevistado en el programa “A fondo” por el
periodista Joaquin Soler Serrano. En la perspectiva y balance (o balanza) del
tiempo, siendo como fue Paz un escritor mediático, aquella entrevista contiene
en cierta manera todas las demás. Confesional y testimonial, en blanco y negro,
igual que las páginas impresas, aquel video guarda lo mejor de la vida y las
ideas de Paz. Ni siquiera cuando recibió el Premio Nobel debió Octavio Paz disfrutar
tanto ser nombrado y presentado como cuando lo nombra y presenta Joaquin Soler
ante la audiencia española, sin reparos, sin dudas ni murmuraciones, con el énfasis
meridiano y el rigor tronante de quien a entrenado y entregado su voz ha exaltar
fatuos oropeles oficiales.
Biografía y entrevista
Ceremonia de homenaje
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